El agua se movía lenta,
Con el frío viento de invierno.
Las piedras húmedas
saludaban desde abajo.
Desde la cima de la más alta
Se veía a las olas romper contra ellas.
Un avecilla se posaba sobre a la orilla
mojando sus delicadas patas.
Unos niños hacían saltar piedritas sobre el agua.
Risas.
Puras.
Inocentes.
Un cigarrillo.
Una pareja jurandose amor.
Un niño llorando,
Su piedrita no salto lo suficiente.
Bajé a una piedra húmeda,
Me quite las botas,
Dejé caer mis pies
Y las olas me acarician.
"A través de los pies
Purificamos el alma"
Decían cuando era niña.
Hoy las olas
Lavaban mis pies,
Me limpiaban el alma
Y se llevaban los granitos de arena
que me raspaban dentro de los zapatos.
Dos niñas saltaban las olas
Contando de siete en siete
Para la buena suerte,
Yo ya había llegado a las veintisiete
Lavando mis pies,
Limpiando las heridas
De tanto caminar.
Poco a poco las olas van subiendo,
Mojan mis rodillas
Y la número sesenta y tres ya moja mi cintura,
Mi piel se eriza
Bajo el frío beso del mar.
Setenta y tres
Y ya llegan a mis pechos.
En la noventa y nueve
El mar besa mis labios,
Me arrastra hacia su interior.
Me hundo.
Observó la arena bajo el mar,
La siento entre mis dedos,
El mar me lleva.
Mis pulmones se desinflan.
Mi piel ya no se eriza.
Mis ojos ya no ven
La luz del sol colándose por la superficie.
Ya no hay malas vibras.
Ya no hay heridas.
Ya no hay nada.
Solo agua.
Pura.
Fría.
Salada.
Con el frío viento de invierno.
Las piedras húmedas
saludaban desde abajo.
Desde la cima de la más alta
Se veía a las olas romper contra ellas.
Un avecilla se posaba sobre a la orilla
mojando sus delicadas patas.
Unos niños hacían saltar piedritas sobre el agua.
Risas.
Puras.
Inocentes.
Un cigarrillo.
Una pareja jurandose amor.
Un niño llorando,
Su piedrita no salto lo suficiente.
Bajé a una piedra húmeda,
Me quite las botas,
Dejé caer mis pies
Y las olas me acarician.
"A través de los pies
Purificamos el alma"
Decían cuando era niña.
Hoy las olas
Lavaban mis pies,
Me limpiaban el alma
Y se llevaban los granitos de arena
que me raspaban dentro de los zapatos.
Dos niñas saltaban las olas
Contando de siete en siete
Para la buena suerte,
Yo ya había llegado a las veintisiete
Lavando mis pies,
Limpiando las heridas
De tanto caminar.
Poco a poco las olas van subiendo,
Mojan mis rodillas
Y la número sesenta y tres ya moja mi cintura,
Mi piel se eriza
Bajo el frío beso del mar.
Setenta y tres
Y ya llegan a mis pechos.
En la noventa y nueve
El mar besa mis labios,
Me arrastra hacia su interior.
Me hundo.
Observó la arena bajo el mar,
La siento entre mis dedos,
El mar me lleva.
Mis pulmones se desinflan.
Mi piel ya no se eriza.
Mis ojos ya no ven
La luz del sol colándose por la superficie.
Ya no hay malas vibras.
Ya no hay heridas.
Ya no hay nada.
Solo agua.
Pura.
Fría.
Salada.
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